lunes, octubre 09, 2006

ESTAMOS SIN NORTE .

Anoche cuando volví de Madrid con la cuadrilla me tuve que retirar para casa sin poder tomar una copa porque tenía fiebre. No sé si me la produjo el público de Las Ventas, los toros de Adolfo, los picadores o los veterinarios.
La afición de la primera plaza del mundo anda bastante perdida.. Lleno de no hay billetes para ver los albaserradas de Adolfo, que parecían una escalera pero con trapío, excepto el quinto, y la ovación que recibió el primero, un tío, no fue mayor que la que recibió el remiendo de Carmen Segovia, feo grandón y basto, con hechuras de buey. Aplauden también los pares de banderillas a toro no pasado, pasadísimo. Y encima hay reproches cuando alguien exige en voz alta algo.
Obviamente, yo me esperaba más de la corrida, y por eso me cabreó bastante ese quinto toro tan chico, y que los veterinarios, basándose en reglamento que en este caso quieren hacer cumplir, rechazaran un toro con mucho más trapío porque le faltaban 15 kilos y rechazaran otros dos, uno por cornipaso.
Pero lo que creo que fue la causa de mi malestar general fue la actuación de los picadores, sobre todo de los dos últimos que se encargaron de asesinar al “pequeño” quinto con dos puyazo en el cuello y al último que le dieron lo suyo, y además el picador cuando se retiraba se encaró con un aficionado y al bajar de la acorazada y reunirse con sus compañeros de batalla reía a carcajada limpia, no sé muy bien si del espectador o de cómo le había arreado al toro.
Todo este cúmulo de circunstancias creo que son para poner malo a cualquiera.